
AMANECE
«…No se canta la tierra de la entraña
con la tranquila voz de quien contempla
crepúsculos bonitos y amaneceres bobos,
sino con voz quemada y escocida
en la garganta del amor,
por la savia feroz de las raíces
con las que el hombre busca
un poquito de Dios
para las ramas altas de su sueño.»
José María Requena
Llegaron a la cima los primeros admiradores de los amaneceres más espectaculares que se ofrecían por el entorno; la tierra tostada, amarillenta y rojiza, fue tomando la forma de los pensamientos que los rayos del sol iban modelando alrededor de aquella loma altísima.
La excavaron en profundidad y se instalaron en su interior, como buscando sus raíces para nutrirse, para formar parte de ella, para que sus pies quedaran atrapados y no pudieran caminar hacia atrás y marcharse de este lugar mágico.
Al frescor de esta tierra, a su color, a su aroma y al susurro de su viento fueron llegando más, más y más aventureros desde distintos lugares lejanos.
Esta es Carmona, roca y piedra viva de alcor, modelada en mil formas de ciudad, como un caleidoscopio que desprende sus luces; atrayendo con sus mitos y leyendas, la curiosidad, el desvelo, la fantasía y la mirada de todos hacia su centro, hacia su mezcla de arquitectura, de sabores, de culturas…
Unos y otros se quedaron. Hoy, todos volvemos aquí con el pensamiento inquieto, en busca de la zona más alta de los sueños pero, éstos a su vez, se escapan por las rendijas de la ilusión hasta que encuentran, inmóvil, la belleza desnuda del Alcor.